martes, 7 de febrero de 2012

Hermana de otra madre.


Ya comienzan a sudarme las pestañas, me tiembla el pulso, me baila el pie derecho. Asoman desde mi ventana unas grandes ganas de verte. Comienza a oler a ropa mojada, el sol ha despertado. Y echo de menos el tacto, el aroma y el sentimiento que hemos dejado en segundo lugar. Respiro el verano y experimento el invierno. Y te echo de menos. Y te quiero. (Mucho).

Felices 22 pequeña.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Miércoles.

Nunca supe que tenía el alma partida en dos. Pero te quiero. Te quiero. Quiero que lo vuelvas a saber. Ya sea miércoles o nuestra despedida. Aunque me sienta más insomne que nunca. Te quiero. Te quiero y odio decírtelo. Odio escucharlo sin motivo, que alardeen y pronuncien deseos sin comienzo. Odio quererte cuando creo querer a otros. Atrapada entre sus miradas, bebiéndome el veneno que dejé nacer. No sé si es que te quiero a tí, si me robaste siglos atrás el corazón. Te quiero, aunque nos odiemos. Te quiero y te querré cien vidas más allá de este momento. Te querré una vez ya olvidada tu existencia.

Febrero.

- Estoy cansada- pensé mientras me miraba en el espejo.

Mientras me peinaba el último mechón. Recuerdo cómo deslizaba mis dedos a través de mis mejillas, alzando los ojos al techo.



Suponía que no volvería a pensarlo, pero me pesan un poco las ideas. La gente que me roza al pasar, sus voces. La mañana y la tarde. Estoy cansada de escuchar cómo se derraman las ilusiones. Estoy cansada de soñar. Pues incluso el sueño tiene un final. Estoy cansada de permanecer en la misma etapa. Dentro de la incansable sensación de haber estado durante años en off. Estoy cansada del amor. De pensar en ello, de frustrarme. Estoy cansada de sentir y de que sientan por mí. Estoy cansada porque me da demasiada rabia saber que en el fondo me cuesta reconocerlo. Es querer y no querer a la vez. Alejarme de lo que soy y acercarme al vicio. A la adicción. A la necesidad. Estoy cansada de mi naturaleza, de los aciertos, de escapar en una misma dirección.

volar.

Nunca supe cómo hacerlo. Por suerte, conozco a alguien capaz de presentarme sus alas. Con un pequeño empujoncito consigue que respiren con normalidad. Alguien que forma parte de la melodía que recorre la acción de mi descrita locura.

Por cada uno de los precipicios en los que estuvimos a punto de levitar.