martes, 20 de diciembre de 2011

Fin.

Vuelves. De nuevo apareces exigiendo el lugar que tienes en mi vida. De nuevo mil lo siento preparan tu regreso. Y me digo que no estaré para recibirte. Vuelves. Y de nuevo consigues que por un segundo te lo perdone todo a cambio de una sonrisa. Vuelves. Reapareces con un Hola, ¿Cómo estás? como quien acaba de irse. Como si sólo unos minutos separaran tus labios de este momento. Vuelves. Presionas para que te deje entrar. Y haces que me convierta en una abogada ante mí misma. Vuelves. Empujas. Exiges. Vuelves. Y de nuevo tu sonrisa se dibuja en mi mente y el dolor desaparece. Estás como si jamás hubieses dejado de estar. Como si te hubieses levantado justo esta mañana y me hubieses dicho: Hasta el mediodía, cariño. Y yo te veo volver y he de reprimir mi cara de idiota y los deseos de decirte hola de nuevo. Vuelves, pero ya no debo estar aquí esperándote. No debo permitirme a mí misma volver a creerte. No debo perdonarte, aunque me lo pida a mí misma. Vuelves, pero jamás para quedarte. Vuelves, y si te dejo volver, volverás a irte. Vuelves, y yo no debo estar aquí esperándote.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Infidelidad.

He estado intentando convencerme de que abandonar a una persona no es lo peor que se le puede hacer. Puede resultar doloroso, pero no tiene que ser una tragedia. Si uno no dejase nunca nada ni a nadie, no tendría espacio para lo nuevo.
Evolucionar constituye una infidelidad, a los demás, al pasado, a las antiguas opiniones de uno mismo. Cada día debería tener al menos una infidelidad esencial, una traición necesaria. Se trataría de un acto optimista, esperanzador, que garantizaría la fe en el futuro. Una afirmación de que las cosas pueden ser, no solo diferentes, sino mejores…

domingo, 11 de diciembre de 2011

Bailame el agua.

Báilame el agua.
Úntame de amor y otras fragancias de su jardín secreto.
Riégame de especias que dejen mi vida impregnada de tu olor.
Sácame de quicio.
Llévame a pasear atada con una correa que apriete demasiado.
Hazme sufrir.
Aviva las ascuas.
Ponme a secar como un trapo mojado.
No desates las cuerdas hasta que sea tarde.
Sírveme un vaso de agua ardiente y bendita que me queme por dentro, que no sea tuya ni mía, que sea de todos.
Líbrame de mi estigma.
Llámame tonto.
Sacrifica tu aureola.
Perdóname.
Olvida todo lo que haya podido decir hasta ahora.
No me arrastres.
No me asustes.
Vete lejos.
Pero no sueltes mi mano.
Empecemos de nuevo.
Sangra mi labio con sanguijuelas de colores.
Fuma un cigarro para mí.
Traga el humo.
Arréglalo y que no vuelva a estropearse.
Échalo fuera.
Crúzate conmigo en una autopista a cien por hora.
Sueña retorcido.
Sueña feliz, que yo me encargaré de tus enemigos.
Dame la llave de tus oídos.
Toca mis ojos abiertos.
Nota la textura del calor.
Hasta reventar.
Sé tu mismo y no te arrepentirás.
¿Por cuánto te vendes? Regálame a tus ídolos.
Yo te enviaré a los míos.
Píllate los dedos.
Los lameré hasta que no sepan a miel.
Hasta que no dejen de ser miel.
Sal, niega todo y después vuelve.
Te invito a un café.
Caliente claro.
Y sin azucar. Sin aliento.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Soñar.

Antes solía soñar con lo que viviría. Lo soñaba día y noche. No importaba el lugar. Una cara, un mantel, unas palabras...me daban pie a abandonar mi cuerpo. Lo abandonaba como se abandona a lo desconocido, a lo temeroso. No sé si alguien se habrá preguntado alguna vez si cuando nos abandonamos a nosotros mismos lo hacemos acompañados de silencio. Yo creo que no. Yo siempre escuchaba un violín de fondo, sonando a gran velocidad, como en una de esas escenas de película en la que los protagonistas están a punto de encontrarse. Todavía sigo haciéndolo, pero ya no tiene tanto sentido como antes. Ahora parece que la realidad se ha guardado mis ganas de sobrevivir en alguna parte. Todavía sigo pensando en el amor como aquello que no me pertenece. Nunca he estado tan cerca de él como para creer que todo lo demás no importa. A pesar del tiempo, algo no ha cambiado. Me sigue pareciendo injusto que algunas personas tengamos que esperar tanto, como si le debiéramos algo a alguien, como si la felicidad no nos perteneciese. ¿Qué es lo que le debemos a la vida entonces? Me gustaría saberlo.

Completar(se).

Quédate y no desaparezcas nunca, quien quiera que seas. No te lleves contigo la brisa del mar que tanto me arropa los días tristes. No me dejes sin amaneceres, que mis lágrimas necesitan ahogarse en alguna parte. Quédate, para que podamos poner a prueba la felicidad, la alegría e incluso la nostalgia que nos invade tras descubrir que siempre seremos lo que una vez fuimos.

Frío.

Hoy recordé todo. Iba caminando entre la lluvia y recordé de todo. Me encanta caminar sola, mientras llueve. Me siento menos sola. Recordé que no me entristece lo triste. Me entristece dar vueltas por la cama, sentir el verdadero frío que aporta el no compartirla con nadie. Me siento verdaderamente triste el ser consciente de que nada ha cambiado, que sigo aquí como siempre, sin compartir la soledad con nadie. Sin compartir la lluvia ni los despertares. Me gustaría saber dónde está el trocito de casualidad que a todos no pertenece, ¿no será que lo gastamos muy rápido?