viernes, 2 de diciembre de 2011

Soñar.

Antes solía soñar con lo que viviría. Lo soñaba día y noche. No importaba el lugar. Una cara, un mantel, unas palabras...me daban pie a abandonar mi cuerpo. Lo abandonaba como se abandona a lo desconocido, a lo temeroso. No sé si alguien se habrá preguntado alguna vez si cuando nos abandonamos a nosotros mismos lo hacemos acompañados de silencio. Yo creo que no. Yo siempre escuchaba un violín de fondo, sonando a gran velocidad, como en una de esas escenas de película en la que los protagonistas están a punto de encontrarse. Todavía sigo haciéndolo, pero ya no tiene tanto sentido como antes. Ahora parece que la realidad se ha guardado mis ganas de sobrevivir en alguna parte. Todavía sigo pensando en el amor como aquello que no me pertenece. Nunca he estado tan cerca de él como para creer que todo lo demás no importa. A pesar del tiempo, algo no ha cambiado. Me sigue pareciendo injusto que algunas personas tengamos que esperar tanto, como si le debiéramos algo a alguien, como si la felicidad no nos perteneciese. ¿Qué es lo que le debemos a la vida entonces? Me gustaría saberlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario