martes, 20 de diciembre de 2011

Fin.

Vuelves. De nuevo apareces exigiendo el lugar que tienes en mi vida. De nuevo mil lo siento preparan tu regreso. Y me digo que no estaré para recibirte. Vuelves. Y de nuevo consigues que por un segundo te lo perdone todo a cambio de una sonrisa. Vuelves. Reapareces con un Hola, ¿Cómo estás? como quien acaba de irse. Como si sólo unos minutos separaran tus labios de este momento. Vuelves. Presionas para que te deje entrar. Y haces que me convierta en una abogada ante mí misma. Vuelves. Empujas. Exiges. Vuelves. Y de nuevo tu sonrisa se dibuja en mi mente y el dolor desaparece. Estás como si jamás hubieses dejado de estar. Como si te hubieses levantado justo esta mañana y me hubieses dicho: Hasta el mediodía, cariño. Y yo te veo volver y he de reprimir mi cara de idiota y los deseos de decirte hola de nuevo. Vuelves, pero ya no debo estar aquí esperándote. No debo permitirme a mí misma volver a creerte. No debo perdonarte, aunque me lo pida a mí misma. Vuelves, pero jamás para quedarte. Vuelves, y si te dejo volver, volverás a irte. Vuelves, y yo no debo estar aquí esperándote.

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