martes, 24 de enero de 2012

Fracaso.

Grita conmigo que fracasar no es el fin, es el comienzo. ¿Has notado eso?...El viento en la nuca, la velocidad en los labios. Grita todo lo que quieras, subiré la música. Puedes pensar que nadie te acompaña, ni siquiera yo. Escucha tus latidos. ¿Nunca te habías preguntado por qué parece que nuestro corazón abarca todo el pecho cuando somos felices? ¿por qué se expanden los latidos, por qué la sangre fluye tan rápido cuando nada más importa?...¿lo sabes, sabes ya qué es esta sensación?. Es la vida, la verdadera vida.

domingo, 22 de enero de 2012

Enero.

Llámalo Enero,o invierno si prefieres,llama como quieras al temblor, yo lo llamo amor, ingenuo de mí, amor, a la razón de mi desespere, al beso salado en las mañanas, al puño agrio en el estómago de las noches, al magnetismo de tu mirada, amor, al olor a barniz de los abrazos de la vida, a los atardeceres color orina, a los infranqueables escalones en los que me muero, al calendario que mato con mi nombre, con el tuyo, amor, a las heces a las que me sumo en mi cotidiano existir, a la melodía del yunque en una primera vez, al reguero de lagrimas de la última vez, al imborrable recuerdo de las despedidas, amor, al odio, al rencor, que no son más que los hijos del abrazo, del te quiero,amor.

Errores de cálculo en la mirada.

El error es mirar lo de ayer con ojos de hoy, querer que las cosas vuelvan a ser igual cuando tú ya no eres el mismo, como si se pudieran reciclar los suspiros o dar un mismo beso por segunda vez. Los mudos no gritan, los sordos no ven la música, con las cinco letras que se escribe tarde no puedes escribir ahora, el amor que fue, ese ya nunca vuelve.

sábado, 14 de enero de 2012

Redirecccionando.

La fragilidad se vuelve extraña y ajena cuando la relacionan conmigo. Sé que siento, y sé que debería guardar bajo llave todas esas palabras que dejo en el aire. Prefiero no fingir. Salvaguardo lo que siento por miedo a perderme entre espirales de ilusiones. La verdad y yo...tenemos puntos de vista diferentes. Ya no quedan frases capaces de pararnos los pies. Ya no me recuerdan las calles a ti. Ya no me imagino siendo lo mejor para ti. Ya ni siquiera te veo cuando estamos frente a frente. Ya no me dueles. Ya no seré la misma, a pesar de haber rozado el fin de aquel laberinto. La resignación es saber que siempre soy yo quien en contra de toda realidad cae en picado. Porque me gusta, porque me llena de vida disponer de unos minutos en silencio. Emocionalmente dependiente, resbaladiza, caótica, aleatoria...Veo el mundo con otros ojos, soy multitud de miradas. Ilimitada. Inconstante. Bailo con los ojos cerrados cuando me encierran días grises. Deliro. Grito. Acelero el paso cuando me siento irreal. Estoy mejor sin ti. Me echarás de menos. Simplemente lo sé. Yo no soy para nadie, salvo para el amor. Amo la idea de amor. Me gustan los días conmigo misma, sentada en cualquier lugar mientras los aviones pasan. Se me da bien compartir la soledad. No sé quién soy. Me atraen los imposibles. Soy amiga de las tardes de lluvia y los desconsolados. Soy incondicional de aquellos que dispongan de un poco de desamor por compartir. Escribo historias sin fin en mis ratos libres. Colecciono desperfectos. Me rompo muchas veces, la mayor parte de las fracturas se concentran en el pecho. Me dejo romper. Me gusta repetir escena. Me gusta ser la protagonista de mi propia fragilidad. Me gusta saber que tarde o temprano la búsqueda cesará. Que nada de esto valdrá la pena. Que la melancolía se esconderá en otras almohadas.

martes, 3 de enero de 2012

2012.

Es sencillo. Como la pieza de dominó que, en cadena, hace caer al resto; o de la misma manera que los bostezos van saltando de una persona a otra casi sin que nos demos cuenta. Basta que suceda como el conductor de autobús que saluda con una enorme sonrisa y desea un buen día a quienquiera que suba o baje de su vehículo, y que acaba repartiendo, pues eso, días buenos a todos. Como la mueca simpática de una desconocida por la calle, que hace que tú se la hagas a la niña que espera en la tienda y que ella luego le saque la lengua cariñosamente al abuelo que contempla a la gente en un banco. Como la mirada de complicidad entre dos extraños que se cruzan y llevan la misma camiseta del mismo grupo de música. Contagiar optimismo, sonrisas, gestos. Es sencillo. Sólo hay que empezar: darle un golpecito a la primera ficha, fingir un bostezo por una buena causa, guiñarle un ojo a alguien.