sábado, 14 de enero de 2012

Redirecccionando.

La fragilidad se vuelve extraña y ajena cuando la relacionan conmigo. Sé que siento, y sé que debería guardar bajo llave todas esas palabras que dejo en el aire. Prefiero no fingir. Salvaguardo lo que siento por miedo a perderme entre espirales de ilusiones. La verdad y yo...tenemos puntos de vista diferentes. Ya no quedan frases capaces de pararnos los pies. Ya no me recuerdan las calles a ti. Ya no me imagino siendo lo mejor para ti. Ya ni siquiera te veo cuando estamos frente a frente. Ya no me dueles. Ya no seré la misma, a pesar de haber rozado el fin de aquel laberinto. La resignación es saber que siempre soy yo quien en contra de toda realidad cae en picado. Porque me gusta, porque me llena de vida disponer de unos minutos en silencio. Emocionalmente dependiente, resbaladiza, caótica, aleatoria...Veo el mundo con otros ojos, soy multitud de miradas. Ilimitada. Inconstante. Bailo con los ojos cerrados cuando me encierran días grises. Deliro. Grito. Acelero el paso cuando me siento irreal. Estoy mejor sin ti. Me echarás de menos. Simplemente lo sé. Yo no soy para nadie, salvo para el amor. Amo la idea de amor. Me gustan los días conmigo misma, sentada en cualquier lugar mientras los aviones pasan. Se me da bien compartir la soledad. No sé quién soy. Me atraen los imposibles. Soy amiga de las tardes de lluvia y los desconsolados. Soy incondicional de aquellos que dispongan de un poco de desamor por compartir. Escribo historias sin fin en mis ratos libres. Colecciono desperfectos. Me rompo muchas veces, la mayor parte de las fracturas se concentran en el pecho. Me dejo romper. Me gusta repetir escena. Me gusta ser la protagonista de mi propia fragilidad. Me gusta saber que tarde o temprano la búsqueda cesará. Que nada de esto valdrá la pena. Que la melancolía se esconderá en otras almohadas.

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