domingo, 23 de octubre de 2011

Amorerías.

Tengo un amigo, es músico, toca la trompeta. Es muy bueno. De vez en cuando voy a sus jam sessions y toca mi canción favorita, un viejo tema de Chet Baker. Siempre la toca de la misma manera, pero nunca suena igual. Una noche que salimos de copas, yo entonces bebía, intenté explicarle lo que me hacía sentir esa canción, esa melodía me emocionaba, y su forma de interpretarla también.
Él negó con la cabeza y dijo: "Paula, no se puede hablar de música. Hablar de música es como querer bailar con un edificio."
Y le dije: "Qué gilipollez, si nos ponemos filisóficos no podremos hablar de casi nada. De amor, por ejemplo."
Entonces se echó a reir y dijo: "Desde luego, por descontado, hablar de amor es como querer bailar con un edificio."

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