sábado, 5 de noviembre de 2011

Insomnio.

Qué quieres que te diga. Esto era todo. No dejo de repetirlo, esto era todo y no importa si te duele o no, no importa lo que sientes o dejes de sentir. ¿No te das cuenta? Qué quieres que te diga o que te escriba. Quizá nos prometieron en la madrugada solitaria e infranqueable que los años iban a darnos algo, que la gente era eterna y que nosotros éramos invencibles. Pero los años no dan, tampoco quitan, los años no son nada, y quizá alguna vez alguien nos dijo que sí y le creímos. Los años no dan ni quitan nada, y la gente nunca fue eterna, y siempre se marcha. Y nosotros nunca fuimos invencibles, porque tal vez esto ni siquiera fue nunca una guerra. ¿No te das cuenta? Quizá nunca hubo guerra y tú nunca saliste de esa habitación en la que alguna vez alguien te prometió el mundo y tú te lo creíste, pero ese alguien se fue, y nunca hubo un mundo. ¿No te das cuenta? No trato de decir cosas tristes. Te has estado engañando todo este tiempo con la tristeza, la has estado usando tanto tiempo como excusa, pero la tristeza es finita y se agota, igual que la alegría, y entonces, dime, ¿qué queda?, queda la enormidad inabarcable de algo que cada uno sostiene sobre sus manos como puede, queda eso que algunos llaman verdad o realidad, queda lo que siempre estuvo y nunca vimos, tal vez nunca nadie lo vio porque justo un segundo antes de que pudiera verlo, su corazón dejó de latir y quedó reducido a un pedazo de amasijos de huesos y piel. Queda todo lo que nunca tuvimos, o todo lo que nunca supimos tener. Qué sé yo. Qué quieres que te diga. Esto es todo lo que sé escribir. Si quieres te pido disculpas si alguna vez esperaste algo más de todo esto. Si quieres te pido perdón por los fracasos, por los desvelos reveladores, por la gente que te abandonó. Si quieres te pido perdón y nos empapamos de un poco de esa tristeza que siempre hemos usado como excusa. Si quieres me disculpo por todo aquello que nunca hiciste, y también por lo que ya nunca podrás hacer. ¿No te das cuenta? Si quieres lo hago y no importa; pero yo soy igual que tú, y aquí todos somos culpables. Todos hemos sido siempre culpables. Si quieres abandonamos la tristeza y nos buscamos otra excusa (que también se nos gastará) y nos pedimos perdón mutuamente. Qué quieres que te diga. Si quieres reinventamos nuestros propios pasos, paso a paso, y por el camino, mientras, aprovechamos a vivir un poco, con todo lo que éso conlleva y que nunca supimos entender muy bien. Si quieres. ¿No te das cuenta? Yo sí quiero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario